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miércoles, 15 de enero de 2020

EL CANILLITA.... de Gualeguaychú



Ayenkachesiniart 2020 © - Todos los Derechos Reserados
Su infancia, su historia, contada por el mismo Tío Hugo, con mucho entusiasmo al saber que algún día iba a ser pública. Es mi deseo que puedan viajar en el tiempo, como me pasó a mí, cuando él entre risas y mucha exactitud en el tiempo y en sus palabras, me llevó de viaje hacia donde todo comenzó, hacia su infancia...su niño interior.    

Todo comenzó cuando acompañé a uno de mis hermanos mayores a vender diarios. Mi hermano mayor después de un tiempo dejó de vender diarios y yo seguí la venta.

Mi primer recorrido del diario fue el Sanatorio Altuna, ahí tenía algunos clientes, dos eran fotógrafos, uno de apellido Cervini y el otro no lo recuerdo. Continúe con la venta de diario, mi primera clienta fue mi Maestra de la Escuela N°44, su nombre era Amalia Delgado de Copello, que estaba en calle San Martín y España. En ese momento el recorrido de ventas de diarios era hasta la fonda Rodriguez. Cuando llegaba a la fonda (actualmente es el Sanatorio Cooperativa Luis Jeanot Sueiro – ex Agos -), si el sereno no había llegado la puerta de entrada al negocio estaba cerrada, pero la otra puerta estaba abierta. Esperando al sereno tendía todos los diarios en el suelo y me acostaba a dormir hasta que él llegara. Había personas que ocupaban la fonda para quedarse a dormir, en su mayoría era gente de campo. Había un corralón al que venía Domingo Veronessi y yo le abria la puerta para que entrara el auto y me daba la propina. Después íbamos para adentro, había una mesa grande redonda, donde la gente pedía el mate y yo me sentaba con ellos, yo también pedía mate pero dulce y me traían el mate y un posillito con azúcar. El posillo con azúcar me lo metía en un bolsillito del saquito que tenía para llevar ese azúcar a mi casa.

El recorrido era entre España, San Martín, Rocamora y Gervasio Mendez. Uno de mis clientes en la calle Rocamora era la carbonería de Peretti, le llevaba el diario y le ayudaba a Peretti a embolsar carbón. Después de esto agarraba la calle San Martín hasta la vía, lo que hoy es Av. Parque, en ese recorrido tenía muchos clientes. Pasando la vía tenía algunos clientes más y después volvía hasta la calle Gervasio Méndez que tenía alguna clientela y en esa calle terminaba el recorrido porque llegaba a mi casa.

No conocía el valor del dinero pero sabía lo que tenía. Tenía clientes mensuales y quincenales. Dejaba los diarios a la mañana y a la tarde pasaba a cobrar. Me guardaba la cantidad justa para retirar el diario al otro día.

La salida de mi casa para llegar al diario era a las 3 de la mañana, contaba con apenas 8 años de edad.
Desde mi casa iba por la calle Lopez y Planes hasta la calle 25 de Mayo, a veces pasaba el camión del frigorífico y me acercaba hasta la calle Pellegrini, si el camión no pasaba me iba caminando y en la pizzería vieja que era de unos yugoslavos me comía una porción de pizza bien calentita. Seguí caminando una cuadra más, en la esquina estaba el fotográfo Esmoris y a media cuadra estaba el Teatro Gualeguaychú y ahí juntaba los puchos más grandes que encontraba en el piso, los que la gente descartaba cuando salía al descanso del teatro, para fumarlos. Le sacaba la parte de la brasa y esa parte me la ponía en la boca.


Llegaba al diario, a mí me decían “gallinita” porque se armaban peleas organizadas por los que atendían el mostrador y el que ganaba obtenía 5 diarios de premio. Después entraba adentro y limpiaba las máquinas y también me daban algunos diarios extras. Había un fogón con una olla grande de cobre donde se fundía el plomo para hacer las letras.

Me dediqué a esto desde el año 1950 hasta finales del 1955. En ese año nos fuimos toda la familia a la isla de Tigre. Repartiendo mis tarjetas, la gente me daba una propina y con esa propina yo me compré un pantalón y un par de zapatillas para cuando nos fuimos.

Este es un ejemplar de las tarjetas que repartía
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Firma: Hugo Francisco Chesini.

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